Junio.
Increíble como pasa el tiempo. Junio para mí ha sido un mes paréntesis, intenso y de evaporarse. De un extremo a otro. De tener la tripa revueltísima por los nervios de Selectividad a tener cero preocupaciones mientras te tuestas al sol. De pasar del frío al calor, y del calor al frío (de extremos).
Junio ha sido un mes de despedidas, y de conocer a gente nueva. Pero ambas se resumen en un adiós definitivo más que en un hasta luego.
Junio ha sido sin duda un mes de reflexiones, pues dudo mucho que vaya a volver a ver esa gente, muchas de esas personas con las que he estado desde los tres años madrugando todos los días, y otras que, conoces un verano y el único contacto que queda es Instagram o Snapchat.
Junio ha sido un mes de viajes (y por eso me gusta tanto). He podido disfrutar de Salou, de su fiesta, de su clima y sus playas con mis amigas, y a los dos días disfrutar del frío y lluvioso Edimburgo con mis padres. Y soy tan afortunada por ello.
Junio ha sido un mes de oportunidades, que mucha gente ha dejado escapar (y me incluyo en el saco).
Junio ha sido un mes de darse cuenta, de que aquello que tanto ansiabas, ya no lo deseas tanto (una vez que lo consigues). Y que cosas a las que se le dan demasiada importancia, en realidad no las tienen, que se trata de vivir, y de aprovechar cada momento.
En Bilbao, Mi futura ciudad en la que pasaré los próximos cuatro años formándome en esta etapa universitaria. (Foto tomada el día que entregué la matrícula)
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